Curiosa la historia de la copla.
No me he vuelto loca, no me he ido al pueblo ni me he comido una pastillita con una peineta dibujada a lo mitsubisi.
Es el resultado de un conflicto político-cultural.
¡Que no me he vuelto loca!
A veeer, que lo cuento.
Felipe V, rey de las Españas y muy borbón, osea, muy francés...... y otras cositas, pero eso era fruto de la endogamia
de la época.
Desprecia la zarzuela por género chico, y decide instaurar como espectáculo principal que oferten los teatros la ópera. Por aquello de ser culto y europeo.
No voy a hacer paralelismos
tampoco. Pero ofrecer sólo un tipo de espectáculos es la más antigua forma de manipulación conocida. Siempre puedes decir luego que es lo que el público quiere ver.
Bueno, a lo que iba.
Para no cabrear en exceso al respetable, y por aquello de que te invado y te la cuelo en plan colega, los intermedios de dichas óperas se reservaron para una microzarzuela. Es decir, una zarzuela contada en 5 min.
Como Frozen,
que es la hermana de la prota, estos intermedios robaron protagonismo y la gente llenaba los teatros para ver esas pequeñas maravillas, que tiempo después adquirirían importancia tal, que surgió un género nuevo:
LA COPLA.
Sábado 17 de Octubre.
Muy buena compañía y entradas reservadas para ver "No me hables de Felipe V" en Arimaktore, la sala del pequeño gran formato.
Chema Trujillo a full.
Es una comedia de las buenas, de la que surgen de la tragedia, de una historia terrible, de unos personajes odiosos, despreciables, sin escrúpulos. Sin alma aparente.
La gracia que surge de ese mismo esperpento, el mismo que recogen nuestras
realidades y que nos hace llorar. La gracia que surge de la pura realidad. De verdad.
Aquello de que el talento no basta, que hay que trabajar mucho y chupar muchas pollas. Es así la vida.
Y a veces surgen tréboles de cuatro hojas;
como el protagonista de ésta historia, o como la copla.
Un actor, una silla. 10 personajes, múltiples cambios de vestuario y de ubicación que sólo existen en mi cabeza creadas con artesanía por el actor que tengo enfrente.
Y de vez en cuando, UNA COPLA.
La protagonista de la historia. La copla como retrato de la vida y de nosotros mismos.
No había escuchado copla en vivo en mi vida. Los pelos de punta, oiga.
Hablando después del coloquio,
nos dimos cuenta de que esas canciones nos ponen piel de pollo porque forman parte de nuestra infancia, de nuestra historia, y de nuestro carácter. Es genético.
Y porque ése señor es una bestia escénica. Muy bien cantada
(o eso creo), muy sentía (eso sí lo sé), y muy mimada y respetada.
Ole tus cojones Chema.
No sé plasmar lo buen trabajo que me pareció.
Me fui pa casa imaginando
a mi madre con un hilo pegado a la boca.
Me fui pa casa cantando la campanera.