Mira chica: voy a hacerme Autista.
Más.
Chica es que abres el móvil, el ordenata, el Instagram, el Feisbus, el Twitter, el Linkdn y todo son saluditos con emoticonos de corazoncitos,
todo nos parece bien, todo es maravilloso, y chica, no sé, me pongo triste.
Que no soy un puto ogro, que me encanta compartir chorradas y eso, pero no sé, a ratos me pongo triste.
Que
no sé cuál es el problema siquiera, o la solución, o si quiero encontrarla, o si el problema es mío o ni siquiera si es de alguien y el problema simplemente no existe y realmente doy más importancia a algo que de por sí
no lo tiene.
Que vale que las redes son herramientas que permiten dar y hacer llegar información, que son útiles bien usadas e impensables hace tan solo diez años. O quizá es que pertenezco a esa generación
que vio nacer internet y las redes y veo éstas como un simple reflejo de ego y de divertimento absurdo.
Me pongo triste.
Me pongo triste también cuando hablas de un tema
durante dos horas con alguien (en 3D) y al final llega un momento en el que sólo disertas y en el que ya tu deseo de contar algo se sustituye por la mera necesidad de seguir hablando como si eso nos atara como un nudo de cirujano a la comunicación
humana. Pues esa misma sensación siento.
Una destilación de las cosas, de nuestras cosas, que las trivializan.
Bueno, y de todo, de temas serios también.
Me pongo triste porque estoy
viendo Mad Men y me entra nostalgia de tener un boli en la mano e imaginar mundos con un flexo y un folio en blanco. O mantener la atención en una historia impresa en tinta sobre papel. O el placer de ver la tele sin Twitter, y no mantener una conversación
in situ con alguien porque la verdad es que no tienes con quién ver la tele. Me pongo triste porque a veces rechazamos esa compañía y prefiero la de la pantalla.
Me pongo triste porque pienso que no
tengo ropa y mi padre y mi madre y nosotros de pequeños usamos un mismo abrigo varios años, y encima parecía nuevo. Y las pajas mentales que tenía al ensayar una obra sin saber lo que hacían los demás. O imaginar joder,
simplemente imaginar y jugar.
Me pongo triste porque cuando no existía Amazon (osea, hace nada) comprar cada objeto (una radio, una tostadora) era un ritual que en parte echo de menos; pero bien es
cierto que hace más asequibles objetos antes inalcanzables o desconocidos. Pero lo echo de menos. El olor de ciertas tiendas. Y es que lo que a veces parece de primeras una pérdida de tiempo, o una marcianda nuestra, al final es lo que hace la
vida, eso: VIDA.
Me pongo triste porque creo que el problema no está en las redes, en Amazon, o en la madre que me parió, sino en lo tontos que somos.
Que aun sabiendo que tu perfil
de Facebook con respecto a tu vida de rutina es más falso que un billete de Popeye, pensamos que la vida de los demás se ciñe exactamente a eso que ves en la pantalla.
A veces, que la comunicación sea más
fácil no quiere decir que sea más efectiva. Más bien resta.
Yo no tengo 700 amigos!!!!! Es irreal!!!!
Que creemos que es suficiente colgar un lacito rosa en nuestro perfil para luchar contra el cáncer de mama y luego
vamos a sentarnos porque ya hemos hecho lo que nuestro ego esperaba para sentirse satisfecho y no frustrado y rabioso.
Y es todo mentira, o por lo menos, no lo que parece.
Es un juicio absurdo constante, porque al ver las
conductas de las demás comienzas a juzgar las tuyas. Aunque no sean reales. Es como lo que todos esperan de todos.
Es crear un perfil y perder un poquito tu identidad real. Convertir tus ideas y tu forma de hacer y de pensar en un perfil determinado
y prmeditado de acuerdo a reglas no escritas.
No sé... ...echo de menos las caras de los cuadros y fotos antiguas y de las primeras películas porque no tenían espejo ni referente.
Me pongo triste
porque empiezo a ver gente que cree conocer a alguien a través de las redes y a mi eso me da miedo, vértigo y cierto desazón. Me pongo triste.
Hasta el punto que empresas,
programadores, agencias de actores, directores de casting, o incluso alguien a quien conoce un tercero que ha sabido de ti, o alguien que quiere quedar contigo, o incluso alguien que quiere currar contigo mira tus seguidores y sigue tus perfiles como si de
tu vida real se tratara.
Y tú, como buena marioneta, tratas de ofrecer una imagen acorde a lo que se espera de ti. O de tu yo virtual, al que, sinceramente, valoro poco. Y me gusta.
No valorarlo,
digo. Pero es que por otra parte el mundo está cambiando y si no estás, no existes, o lo que es peor: alguién existirá antes que tú. Lo que crea ansiedad, obviously.
Y como todo va tan rápido, debe ser todo
muy constante y muy coherente y muy de ahoramañañaypasao. Y que no se te olvide ésto y lo otro. Y a ver qué dices, no vayas a no posicionarte a favor o en contra de algo. Cómo vas a dialogar...
Que mira,
no me comporto así, pero es hacia donde vamos. Para mi es una herramienta de trabajo y a ratos un divertimento.
Pero lo veo en las reacciones, y me pongo triste.
Y me estresa muchísimo.
Porque todo va perdiendo valor y todos queremos dar la misma imagen. De puertas para fuera una opinión como la de todos, y de puertas padentro un poco de confusión. Y no es real.
No todos somos iguales.
Porque ya no nos molestamos en conocer a nadie. Ni mucho menos tratar de entenderle.
La trivialidad y la falsedad absoluta.
Including this blog. Porque como no manejo muy bien las palabras,
me da la sensación de que siempre digo las cosas por encima. Soy más de hablar cara a cara. Y de escuchar oreja a oreja.
Sigo prefiriendo el pueblo y el 3D.
Buenas noches.