Y cuando las estelas plateadas de luna se vuelvan figuras de plastilina acristaladas y toquen tu pelo con su destello de moneda, te convertirás en un bocadillo onomatopéyico y radiante de fuerza indisoluble e inacoplable para los virus
de la maldad incipiente y a veces justificada.
Para que no caigas en esa simpleza de ataques de paletillas con cemento de agujeros de pajita sin pulir y con araña, haremos una cerebro que se abra y desparrame por tu oreja abierta
a través de tus futuros pelos labrados a fuego de mechero, cuidadosos.
El cemento será la base de tu escultura de colores, mezcla de blanco, azul y rosa de pirulí y bastones rojos de falso dulce que en su interior
contenga tu ser más bello que se nutra del desagüe de las desgracias y redes humanas.
Para que cueles la leche recién ordeñada y la hiervas en el fuego en la casa de olor a arbol de tus recuerdos más olidos,
que son efímeros y desaparecen, pero que permanecen con la mosca que sobrevive a la masacre viscosa y blanca y se transforman en un río dorado que se trenza hacia arriba.
Tienes tus manos, tus dedos gordos, rechonchos con
tu primera arruga para construirte y no desaparecer engullido por los cambios de aspecto.
Porque tus ojos sólo verán tus recuerdos del ahora y querrán volver a salir por tu boca desbordando al viento y creerás
moverte y serpentear con movimientos imaginarios que en tu conocer son infinitos. E infinitos seguirán siendo si la cal no tapa ni agrieta la superficie de tu corazón de Aspito.
"...Desperté de ser niño:
nunca despiertes.
Triste llevo la boca:
ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma..."
Nanas de la Cebolla. M. Hernández.
Ahí estaremos Jon, pequeño Furón.
Buenas noches.