Fin de semana de Stranger Things.
Hace frío, no podemos andar mucho, tenemos una hora más para dormir y estamos en modo abuela, asina queeeee a ver la segunda temporada.
Un poquito.
Bueno.... y quien dice un poquito dice 5 capítulos y medio.....
Ahhh, qué gustazo. Mezcla la estética ochentera, con una historia ochentera, con toda la gama ochentera de personajes y estereotipos y tramas resabiadas
pero con la visión del siglo XXI.
Y una se acuerda de cuando veía a Indiana Jones o Los Goonies y se zambulle en la historia e idealiza a todos los personajes.
Yo quiero ser como todos.
Vale que a Will el pobre en la tómbola
de peinado de niño de los ochenta le ha tocado el más chungo, aparte de que al mi pobre le va a dar algo, vale que igual han cogido a Winona para encarnar a Joyce para hacer de madre histérica porque sospechamos que ya lo trae de base,
vale que el personaje negro es el flipao exótico como el asiático de Los Goonies pero ¿en qué peli americana comercial de los ochenta había actores de otras etnias?, que el actor que encarna a Hopper tiene la suerte de tener
que comerse veinte whoppers al día para mantener su estética, vale que las niñas crecen antes que los niños y que Eleven parece más mayor y que ha Dustin ya le han salido los dientes, vale que el Highschool es super ochentero
en plan Ched y Nancy y tipos malotes con cintas en el pelo.
Pero...... cómo mola!
Qué ansiedad te genera, qué bien escrita (aunque algún fallito de guión hay, pero en las de los ochenta
también era así), bien actuada (vale Winona, pero es ella misma), capaces de sacarte la adrenalina con un plano de un grifo goteando, qué bien editada, qué buena es, que enganchoni.
Cinco horas con el corazón
en un puño, sudando frío, acabando con las uñas y haciendo pausas para aliviar el estrés.
Hala, que me voy a ver Jane the Virgin para ponerle un poco de buena cara a la vida.
Buenas noches
desde Hawkins.