Bueeeeeno, pues ya hemos parido a la criatura.
No sabemos si es rubia, si tiene los ojos azules, negros o escarlata.
Ni si tiene pelo, si tiene todos los orificios abiertos o si va a aprender a hablar a su tiempo.
Ni
si está dentro de los percentiles.
Pero la queremos, porque es nuestra.
Porque después de un año de lesiones, de esfuerzo, de dudas, de crisis existenciales, de aislamiento, de algún que otro ataque de ansiedad, de
bajones, de frustraciones, de hacer cosas que nunca creeríais...
...no hemos perdido el amor al teatro y las ganas de contar. Y las ganas de seguir en este modo de vida. O por lo menos, siempre ha quedado un resquicio.
A pesar de la crisis,
de lo mal que está la cosa, de no poder poner todas las horas a este trabajo.
Todo esto son excusas.
No hay excusa.
Ya está aquí.
Y es lo que tenía que ser, ni más ni menos que lo que es.
Y
si una sola persona me dice, como me ha dicho, que se ha sentido identificada porque no sabía que lo que le pasaba a ella también les pasa a los actores, pues ya está hecho.
Porque eso es el teatro.
Dejar algo,
lo que sea, en el público.
O quizá es que cada día me va menos lo de analizar. O analizar, sí, pero mientras se trabaja.
Y hemos trabajado. Mucho.
Ahora sólo queda que en el futuro trabajar sea un poquito
más fácil, que no es difícil.
Trabajo. Muchas horas.
Hecho con amor y con ganas de contar y transmitir o dar que pensar.
Muchas gracias al Universo.
Y al señor que nos ayudó
a subir después las mochilas por las escaleras del metro porque no podíamos subirlas este par de dos. Y a Aliexpress por solucionarnos los problemas técnicos.
El resto, ya está dicho.
Este
año ha sido para crecer y mirar para delante.
Buenas noches.