Partir de la mentira.
A medida que se avanza en esto del teatro, a medida que descubres, te vas encontrando con gente bella.
Gente ya experimentada, muy experimentada, que parte de una premisa muy sencilla:
la honestidad.
Tanto personal como profesional.
En un mundo y una profesión en la que el artificio, el postureo y el engaño nos engulle muchas veces en la consecución de nuestros objetivos; ya
no sólo en lo profesional, sino ya en lo personal, nos autoengañamos.
Hacemos una narración interna de nuestro trabajo diario disfrazándolo ante nosotros mismos, para que en estos tiempos de crisis nos mantengamos
falsamente a flote.
Pero esa balsa con agujeros, tarde o temprano, hace aguas inevitablemente, porque no se basa en nada.
Creo que todos hemos pecado de soberbia, sobre todo de jovenzuelos. Pero a medida que pasa el
tiempo, te das cuenta que una cosa de lo más importante es ser fiel a tu propia idiosincrasia, sea ética o a veces no tanto. Pero que se base en algo que bulle dentro de ti.
O si te encuentras en medio de un curro que no es del todo afin
a ti, por lo menos ser consciente y transformarlo en algo útil.
Ser positivo y constructivo, en definitiva.
Por eso es tan bonito encontrar a esta gente.
Gente con el culo pelado, que sabe lo que no sabe nadie, y que
se comporta con timidez y con humildad. Sin aspavientos y sin autoelogios.
Que no demuestra sino construye. Que se busca la vida y comparte los mismos problemas que tenemos todos en estos momentos.
No sé, este
fin de semana me he reencontrado con un montón de sabios que se mantienen escondidos en sus cuevas creativas.
Gente a la que le encanta compartir trabajando.
Gracias Ernesto Arias, gracias compañeros todos, sois gente
bella.