Cuando viajas a una ciudad grande, te das cuenta de lo pequeña que eres.
Te das cuenta de lo pequeño de tu mundo.
De cuantos sueños pasarán por todas esas cabecitas que pasan por tu lado. En qué estarán
pensando. En cuántos pequeños universos se divide el mundo.
Y en cuántos pequeños tús.
Y en la vida que pasa, y en los comercios, y en la inmensidad en la que nos sumergimos solos, sin pensar que la vida está
hecha de pequeños universos que fabrican todas esas inmensidades en las que nos sumergimos y que se convierten en nuestro nexo común.
Por primera vez desde hace mucho tiempo he ido a Madrid sin motivo de trabajo y he disfrutado de
esas pequeñeces, sin necesidad de demostrarme a mi misma, ni por el qué dirán, ni ver ningún espectáculo, ni hacer nada especial.
La inmensidad de las salas y lo pequeño que es todo.
Y he disfrutado de
la ciudad tal cual es, sin carteles luminosos. Me ha parecido distinta.
Me he sentido rara.
Ay dios... creo que el teatro es algo muy importante en mi vida... (manos a la cabeza).
Volveré..