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El jugador número 12.

 

El más importante. El juez con potestad intrínseca. El que decide hacia dónde va la historia. El que decide lo que ve. El que da calor si tercia. La causa. El efecto. El motor. La pieza más importante. La viga maestra. La abeja reina. El principal, el segundo y el postre. La uva en el vino.

 

El público.

 

Escribimos un texto (un gran texto que pasará a la gran historia universal de la literatura jajaja)  recogiendo historias, pensamientos y conversaciones.

 

Comenzamos a trabajar, basándonos en acciones, atmósferas, subtextos, imágenes, desequilibrios. Vamos, en lo que creemos saber hacer.

Trabajamos primero ejercicios para saber hacia dónde nos llevaría la historia, y luego empezamos a ensayar, con nuestro orden particular. Cambiamos el texto a veces porque no nos cuadraba... En fin, un proceso al uso, standard, muy serio. Como semos nostras..

 

 

Luego vienen los bloqueos, las dudas, las dudas y las dudas.

 

Llega el día del estreno.

...

...

...

Ni puta idea de lo que va a pasar.

Nadie, absolutamente nadie ha visto la criatura. Y no tenemos más narices que tirarnos al vacío con un par de cosas claras: que no hay nada que perder, que estamos seguras de que pase lo que pase, desde nuestra precariedad, lo hemos trabajado y que de los errores se aprende, y de que queremos contar algo por encima de todo. QUEREMOS.

 

Y ocurre. No sabemos lo que ocurre, pero ocurre.

 

Suena a supertópico, pero las dos coincidimos, no sabemos qué ha pasado. Y no somos novatas del todo.

 

El público, la santísima trinidad escénica, nos ha resuelto todas las dudas, nos ha cambiado acciones según acontecía el asunto. Nos resolvía el desequilibrio. Todo lo que creíamos y querríamos haber controlado desaparecía.  Y no nos bloqueaba, no nos llevaba por otros derroteros, no se convertía en otra cosa. Nos ayudábamos mutuamente. Las dos hemos sentido un calor que Barbra no había sentido nunca, y yo dudo haberlo sentido de esta manera. Y de una manera tan inesperada. Y tan inexplicable, no somos capaces de entender qué ha pasado... (lo cual, dicho sea de paso, es una mierda, por aquella tontería  de repetirlo y eso). Igual es una exageración pero la sensación es muy muy muy guapa, y sólo por el simple hecho de haberlo vivido hay que decirlo. Alguna puta reacción había en el público.. Y no logramos saber cuál fue la pólvora. Quizá es que en él mismo está ese poder....

 

No sé, sólo adivino que ésto pasa cuando tienes el privilegio de trabajar con una persona tan honesta, con las cosas tan claras respecto a su trabajo, que no tiene ego y que aunque difiera mucho de ti en algunos aspectos, conecta contigo (No me atrevo a decir que Barbra ha dicho lo mismo de mi porque no es exacto, pero algo parecido, como casi nunca lee este blog, no se dará cuenta, jajaja) Y el no querer demostrar nada, sólo vivirlo, contar algo, sin mandangas...

 

Respecto a lo que puedes controlar, porque lo del público es incontrolable, el calor, el diálogo. No sabemos si se volverá a repetir, pero por esta vez y por haber podido vivirlo:

 

 

¡¡GRACIAS!!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Comentarios

16.09 | 18:20

Nasnoches, ay Rita!

27.03 | 15:58

Ceeo que he podido ser yo la inspiradora de este fantástico post. Al menos lo de la frustración y la pataleta parece que me suena. Espero ser recuperable 😂😂😂

19.03 | 21:35

Me ha encantado tu reflexión Ana y gracias por compartirlo. Un gran abrazo. Reyes Cid.
Hasta pronto

07.07 | 11:55

Aupa lander, no he podido escribir mas, pero si, hobby, en fin, eso hace que muchos trabajos sean no remunerados o de baja remuneracion.