Terrible la muerte de Robin Williams.
Terrible la muerte misma, y terrible la forma en que se produjo. Voy a entrar en detalles porque así es la vida, nos guste o no. Se cortó las venas y al ver que no moría se ahorcó
con su cinturón.
Un tío gracioso, un cómico con un talento innato para hacer reír y resultar divertido. Es decir, un sufridor nato. A menudo la comedia nos vende la vida como algo despreocupado y que el propio
cómico disfruta y al que le saca el lado positivo.
Pero la vida es la vida. Muchas veces es triste y complicada, y nos hace retozarnos en nuestra propia mierda.
Bien, pues de ahí nace la gran comedia.
El clown que se ríe de su propia ineptitud, el bufón que se permite ser un gran hijoputa porque nadie menos cabrón que él se atrevería a reírse de su persona. Su historia vital es tan triste y conlleva tanto sufrimiento
que la única forma de mantener su cordura es el humor mismo, y a poder der, hiriente y provocador, y real, muy real.
Charles Chaplin, Giulieta Massina, Robin Williams, no recuerdo más, actores-persona cuyo humor nace de su propia mierda
y que cuando atacan papeles dramáticos realizan trabajos colosales porque nadie como ellos conocen su propia miseria.
Grandes, muy grandes. Y qué puta mierda de vida. Qué engañados estamos.
Fluye, no te jode.
Cerrado
por vacaciones.