Atlas. Grande. Razones por las que merecía la pena la experiencia.
No existe el ego. Por planteamiento no existía ego ni por los que lo dirigen ni por los que lo realizan. No es un trabajo actoral.
Respeto. Llevar a cien
personas la mayoría de las cuales jamás se habían subido a un escenario y que entren en atmósfera no es nada fácil. Ni una mala cara, ni exceso de permisividad, ni discusiones, ni favoritismos, ni fanatismos. Nada. Se agradece.
Sinceridad. Contar lo que se cuenta y lo que la gente quiere contar. Sin edulcorantes ni redireccionamientos. Los participantes hablan y se mueven dentro de una partitura, pero su presencia es real, no manipulada.
Humildad. Se trabaja en pro de mensaje,
es decir, no se trata de hacer el mejor trabajo del mundo para maravillar al público. Se quiere contar un mensaje, una idea, un pensamiento, algo que revolvió al autor un día en la cama y decidió llevarlo a cabo en forma de lo que
sabe hacer muy bien.
En fin, aunque no fuera un trabajo actoral, he aprendido mucho como actriz y como persona, escuchando.
En una palabra: PROFESIONALIDAD. Muchas gracias.