Imaginemos al Sr. Martinez.
Año 1972
El Sr. Martinez es un señor de los de antes, 50 años, adherido al régimen franquista por intereses económicos. Es dueño de
una grande-mediana empresa en Bilbao, adquiere mano de obra barata de los pueblos de Castilla, obligada a emigrar por la pobreza y la falta de futuro.
Es padre de ocho hijos. Su mujer, sumisa, vive apartada de su lado a pesar de vivir bajo el mismo
techo, pero mantienen una relación ejemplar a la vista de todos.
El Sr. Martinez ha probado el faisán, caviar y bebe los mejores vinos de su bodega personal. Desprecia lo mediocre.
Son una familia modelo, misa de domingo,
y limosnas y aportaciones a todas las casas cuna y misiones de alta moral cristiana y cívica. Dios lo quiere así. Dios perdona.
El Sr. Martineez adora su Patria rica, y su superioridad frente a las demás naciones, sobre todo
frente a las de América Latina, donde ahora mismo invierte en la creación de nuevas sedes para producción. Esos indios trabajan mucho por poco. Esos cabrones venden a sus mujeres por dinero.
El Sr. Martinez es un hombrehombre, leal,
generoso, bondadoso, paternal, compasivo, y un ejemplo de vida.
Año 2014
El Sr. Martinez hace años que vive en una silla de ruedas.
El Sr. Martinez va en el metro. Es domingo.
El Sr.
Martinez permanece impasible e inexpresivo ante todo lo que le rodea.
Al Sr. Martinez le acompaña Matilda, quien por un módico precio y 24 horas al día le limpia el culo, los mocos, pone a remojo sus dientes y le pone con esmero
su traje de Armani.
El Sr. Martinez sin ser dueño de sí sale del metro. En sus gafas golpean tres mosquitos.
Matilda por fin se reúne con su familia, que saluda al abuelo con gracia, beben y juegan al baloncesto.
Matilda
le limpia las babas y le da de merendar puré de banana y naranja. El Sr. Martinez se relame con gusto.
La tarde se acaba y regresan a casa. Los nietos de Matilda ríen.
Al Sr. Martinez le rebota en la cabeza una latita vacía
del carrefour.